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Las petroleras están embarcadas en un nivel insostenible de inversión cuya viabilidad está sujeta a precios y tipos de interés.

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26-11-2013.Carlos Schwartz

De manera creciente los incrementos de producción se basan en crudos no convencionales de altísimo coste de extracción.

Mientras en Argentina el ministro de Industria José Manuel Soria llegaba a un acuerdo con el ministro de Economía de Argentina, Axel Kicillof, para la indemnización de Repsol por su expropiación del 51% del capital de YPF en 2012, los analistas del sector petrolero no lograban que las cuentas de la industria les cuadraran. Los datos disponibles, por ejemplo los publicados por el World Economic Outlook (WEO) del Fondo Monetario Internacional (FMI), indican que la producción de crudo en 2012 fue de 87,1 millones diarios de barriles de petróleo comparado con 75,2 millones de barriles diarios en el año 2000. Ocurre que menos de un tercio de ese incremento de 5,9 millones de barriles al día estuvo formado por crudo convencional. Dos tercios se originaron en crudo no convencional atrapado en capas rocosas profundas, en arenas bituminosas, bajo las aguas a gran profundidad, o por gases naturales en forma líquida. Es decir que el incremento se ha basado en crudos sumamente caros. Por otra parte los gases naturales en forma líquida tienen un valor energético inferior al crudo (uno de crudo equivale a 1,4 de GNL).

El dato crucial en esta evolución es que el coste de obtención de un barril de crudo convencional oscila entre 10 y 70 dólares mientras que para un barril de crudo no convencional los costes se mueven en la horquilla de 50 a 90 dólares en el caso de arenas bituminosas, 50 a 100 en el caso de petróleo en capas rocosas, y de 70 a 90 el obtenido a grandes profundidades en el lecho marino. El objetivo de obtener crudos no convencionales ha disparado los gastos de capital -es decir la inversión- de las petroleras de forma sideral en los últimos doce años. Lo cual quiere decir que el incremento de la producción mundial de petróleo se ha hecho sobre la base de crudos no convencionales a un coste muy alto.

El resultado es que los gastos de capital de la industria se han casi triplicado entre 2000 y 2012 de 250.000 millones de dólares hasta los 700.000 millones. Pero el dato más revelador de esta escalada es que entre 2005 y 2012, cuando se incrementó la producción de crudo no convencional en Estados Unidos, las inversiones saltaron de 350.000 millones a 700.000 millones. El WEO ha hecho una foto fija del proceso al señalar que mientras el gasto en bienes de capital desde el 2000 creció un 180% la oferta mundial de crudo creció sólo un 14%. La única explicación para este nivel de inversión es que se ha apoyado en lo precios imparables del crudo. El barril pasó de costar 38 dólares en el año 2000 a los 112 en 2012, un incremento del 195% es decir una tasa escasamente superior a los gastos de capital pero que explica como se sostuvo el esfuerzo. El otro elemento que contribuyó a este proceso fue el de los tipos de interés muy bajos, tendencia que de momento se mantiene. Pero la cuestión de fondo es que nos encontramos ante una burbuja custodiada por los niveles de producción fijados por la OPEP para asegurar un mercado siempre tenso.

El principal riesgo de que este modelo se haga insostenible es una caída de los precios internacionales del crudo. El acuerdo alcanzado esta semana entre Irán y los países miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas abrirá la espita para las ventas de este país a los países que mantenían un embargo sobre su petróleo, notablemente Estados Unidos y la Unión Europea. Es aun prematuro estimar el efecto de esta reincorporación sobre los precios del crudo. Pero lo que es seguro es que no va a contribuir a nuevas subidas. Irán necesita vender más y cuanto antes. Eso no va a ayudar a que los precios suban. Esto es un factor relevante ya que el nivel de recursos comprometidos por la gran industria petrolera hace que ésta no tenga ningún interés en una caída de los precios. Pero, pese a este interés, la realidad es que en los años más recientes los gastos de capital han crecido mas rápido que los precios. Las características del mercado mundial vistas desde este ángulo adquieren un matiz diferente. Si los precios bajan hay un umbral debajo del cual no resultará rentable explotar el petróleo no convencional y habrá una reducción drástica de la producción mundial que volverá a tensar los mercados.

Estos días en los que nadie se explica muy bien qué es lo que pretende Pemex en su asedio a la presidencia de Repsol, el desafío de Vaca Muerta en Argentina se ve envuelto en esta nube de incertidumbre. Argentina va negociando con las multinacionales dando tumbos. Libera a Chevron de su embargo por la contaminación de la selva en Ecuador a cambio de una inversión en Vaca Muerta. Pero esa inversión consiste en dinero que la petrolera no puede sacar de Argentina por el cepo cambiario. Mientras Pemex se desvive por un 2% en el capital de una sociedad que explotaría crudo no convencional de ese yacimiento, pero no tiene lo recursos necesarios para hacerlo. De allí que para Repsol la única propuesta razonable sería dinero contante y sonante para invertir en reservas e infraestructuras en otro país. Hablan de Colombia, quizá sea cierto. Mientras, la gran industria del petróleo en su conjunto parece flotar sobre una inmensa burbuja que si se pincha va a ocasionar no sólo problemas financieros, sino además de abastecimiento al mercado.

El sector ha traspasado unos límites perturbadores en esta experiencia de explotación de crudos no convencionales por sus altos costes en una situación excepcional. Una posibilidad de corrección en este asunto sería un progreso sin precedentes en la tecnología extractiva que permitiera saltar por encima de los problemas geológicos que encarecen los procesos. Los barriles de petróleo que forman parte de las reservas probadas de las petroleras sirven para vestir los balances dignamente, pero son muy caros de sacar a la superficie. Estamos ante una contradicción de difícil solución.

Categoría: Hidrocarburos