La industria de Europa pierde competitividad frente a EEUU por los altos precios de la energía en la UE.
icnr.es - Carlos Schwartz
La apuesta de la Comisaria de la Energía de reducir precios sobre la base de un mercado único de la energía está hundida.
En mayo pasado, el fabricante de automóviles alemán BMW anunció que establecía una fábrica de fibra de carbono destinada a la fabricación de carrocerías de su modelo a propulsión eléctrica i3 sobre el lago Moses en el estado de Washington. El motivo: el precio del KwH producido por las turbinas de las represas sobre el vecino río Columbia es de tres céntimos de dólar. Es decir seis veces menos que el precio de la energía eléctrica en Alemania donde la fibra de carbono se utilizará. El 10 de septiembre nueve compañías del sector del gas y la electricidad europeas presentaron un documento común criticando la política energética europea en el que se señala que: “Los consumidores europeos (ciudadanos e industrias) deben poder pagar precios justos por la energía”, para ello entre sus propuestas el documento solicita que: “la factura de la electricidad refleje hasta donde sea posible los costes de la energía de acuerdo con el mercado” y que esta “no pueda ser un vehículo para financiar otras políticas”.
Ahora el presidente de la principal eléctrica alemana, EON, advierte que el diferencial de los precios de la energía entre Estados Unidos y Europa no se podrá reducir en años y que provocará un traslado de industrias pesadas europeas hacia el mercado americano.
De acuerdo con Johannes Teyssen reducir la brecha llevará años y años de innovación e inversión. La opinión del presidente de EON es que las promesas de los políticos no son creíbles. La actitud del Comisario Europeo de la Energía, Gunther Oettinger, es que el desarrollo del mercado único de la energía y el gas en Europa tenderá a nivelar los precios y a reducirlos sobre la base de la competencia. Esta es una patraña que la realidad ha desnudado de forma cruel. El mercado europeo de la energía está cada vez más fragmentado y responde de forma creciente a las regulaciones nacionales, mientras a pesar de la proliferación de las energías renovables la emisión de CO2 y demás gases de invernadero crece mientras el precio de los derechos de emisión se hunde. El presidente de EON apeló al ejemplo del estado de Schleswig-Holstein en el norte de Alemania en el cual se ha desarrollado una generación eólica cuatro veces superior a la que se puede consumir mientras los estados vecinos se oponen a que las líneas de alta tensión con las que se quiere sacar el excedente pasen a través de sus fronteras. Esto es ya una fragmentación a nivel regional, ni siquiera nacional.
El presidente de EON argumentó que los políticos europeos preocupados por la competitividad de la industria deberían concentrarse en rehacer la política energética que ha dejado de ser funcional. ”Ha habido muchas buenas intenciones... pero las cosas están quedando fuera de control. La energía europea se está haciendo sucia. El contenido de CO2 aumenta a pesar de las renovables. No es asumible, y está perdiendo su seguridad.
Así que los signos de alarma son tremendos”, dijo en una entrevista con el Financial Times. El problema de la pérdida de competitividad europea por el precio de la energía es un tema que ha debatido la Unión Europea en mayo sin hacer ningún progreso, de acuerdo con fuentes del sector. El nuevo Gobierno alemán deberá encarar esta cuestión en un plazo breve porque urge a la industria y afecta a los consumidores. Mientras el riesgo de la migración transatlántica de las grandes industrias como la química para aprovechar la brecha en los precios energéticos pone presión. Angela Merkel deberá vérselas con empresas como BASF, Voestalpine, o Siemens, además de la Federación de Industrias de Alemania (BDI).
Mientras, en Alemania el cierre de plantas generadoras a gas que son eficientes pero han dejado de ser rentables prosigue, y en Europa en los últimos dos años han dejado de operar 30 centrales a gas. Esto ha tenido un fuerte impacto en las cuentas de resultados de la grandes empresas del sector, pero además la política europea ha cargado sobre el consumidor los costes de las energías renovables, al mismo tiempo que ha hecho obsoletas grandes inversiones industriales en cogeneración destinadas a incrementar la competitividad industrial. Este es un proceso especialmente agudo en España donde grupos de empresas industriales han cooperativizado recursos para reducir la factura energética se encuentran ahora ante la disyuntiva de paralizar inversiones cuantiosas y perder competitividad. España es un buen ejemplo de la balcanización energética europea, en la medida que la reforma acometida por el Gobierno es un conjunto de parches incapaz de desarrollar una política global coherente.
Finalmente la idea de un mercado único de la energía en Europa no se podrá desarrollar sobre la base de directivas que han dejado de ser sostenibles. Los analistas del sector consideran que las posibilidades de que Europa logre reducir costes energéticos para ponerse en línea con los precios de la energía en Estados Unidos donde se explotan ya de forma eficiente reservas no convencionales de gas y petróleo son indirectas. Consideran que esto puede ser un resultado del empuje del fracking y explotación de reservas no convencionales en China y Australia, desarrollo que liberaría gas de otros productores como Qatar.
El efecto de este movimiento sería una reducción de los precios entre los productores que abastecen a Europa. El controvertido proceso del fracking en Europa llevaría demasiado tiempo como desarrollo de una fuente de energía barata.
Mientras, la explotación de gas en las reservas naturales del mar del Norte se ha hecho poco rentable. No hay garantías de que la explotación de reservas no convencionales sea más rentable que las reservas naturales existentes. Statoil ha anunciado la semana pasada que las operaciones en el campo de gas noruego de Njord quedarán paralizadas al menos hasta el verano de 2014 debido a la “necesidad de reforzar la plataforma”. Vale la pena apuntar que EON es socio de Statoil en Njord con el 30%. Los costes de producción, la caída en la demanda de energía, y el cierre de plantas accionadas por gas están detrás de esta paralización.