Europa ve peligrar su competitividad por los precios del gas no convencional en Estados Unidos.
www.icnr.es. 17-12-2012
Carlos Schwartz
La industria petroquímica alemana advierte sobre el peligro que implica la dependencia energética.
La ayuda financiera a España podría dejar como saldo una entrada de capital exterior en empresas españolas.
El precio del gas en Estados Unidos ha caído más de un 70% en años recientes para tocar su récord a la baja hace dos meses con 2 dólares por millón de unidades térmicas británicas (mBTU). La semana pasada el millón de BTU estaba a 3,30 dólares. En 2008 el precio por mBTU en Estados Unidos rondaba los 13 dólares. Pero aun así, basta con comparar lo que cuesta en promedio el mBTU de gas natural licuado CIF en Asia y Europa donde es difícil que baje de los 16 dólares por mBTU. Los precios que Europa ha intentado asegurar por la vía de los gasoductos que alimentan el continente por el sur y el norte son mediante contratos de largo plazo con el objetivo de lograr estabilidad de precios, pero son comparativamente más altos que los estadounidenses.
A lo largo de este año empresas alemanas del sector de la petroquímica como Bayer y BASF han advertido al Gobierno que el precio de la energía estadounidense comienza a hacer mella en la competitividad alemana. El crecimiento anual de la actividad industrial de Alemania está en el 11% a expensas de la demanda nacional e internacional. Pero la base de su competitividad es el nivel salarial que ha decrecido relativamente desde la reunificación del país, y por sobre todo gracias a la composición técnica del capital fijo. El factor energético por lo tanto es clave.
La bonanza que ha supuesto para Estados Unidos el desarrollo de la explotación de las inmensas reservas no convencionales de petróleo y gas mediante las tecnologías de perforación lateral y fractura hidráulica (conocida como fracking) ha determinado no solo una explosión salarial en las regiones donde la revolución del gas y petróleo está en auge, sino que ha determinado una considerable inversión en infraestructuras como carreteras y vías férreas, y nuevas inversiones industriales. De acuerdo con un estudio de la petroquímica estadounidense Dow Chemical las nuevas inversiones arrastradas por los precios decrecientes de los insumos energético en los últimos dos años supera los 90.000 millones de dólares. Dow Chemical ha anunciado inversiones por 4.000 millones de dólares en Texas y Louisiana la semana pasada.
Mientras, Reino Unido ha decidido desarrollar su tecnología propia para la explotación de reservas no tradicionales. El problema para Alemania por el contrario es que carece de reservas, y de industria petrolera significativa. Por añadidura hace frente a un problema colateral que es el precio de la energía eléctrica desde que el Gobierno de Angela Merkel decidió cerrar las plantas nucleares generadoras. Esta falta de horizontes desde el punto de vista energético y de insumos para la petroquímica es parte del mapa de necesidades de Estado, es decir por encima de los intereses de partidos, que el Gobierno alemán tiene sobre la mesa.
En este sentido parece verosímil que, de acuerdo con fuentes de medios financieros, en los contactos bilaterales Alemania-España con motivo de la visita de la canciller Merkel a nuestro país en septiembre el tema energético haya sido algo más que protocolario. Fuentes próximas al Gobierno han señalado estos días que “pedir el recate puede implicar muchas cosas, entre otras que se elimine el blindaje de las empresas que limita al 10% el voto de los accionistas”, en una alusión velada a que la ayuda financiera a España podría dejar como saldo una entrada de capital exterior en empresas españolas. Desde luego cuanto más favores deba el Gobierno a Merkel, más posibilidades de que eso ocurra con o sin rescate. Desde el punto de vista de los intereses energéticos habría en este sentido dos claves: la necesidad de las eléctricas germanas y una alianza con una petrolera.
La evolución de la explotación de las reservas no convencionales en Estados Unidos es seguida de cerca por los países miembros de la OPEP en cuyas manos está la llave para estrangular el desarrollo de esa industria. Bastaría una caída de los precios de los combustibles por debajo de los 50 dólares por barril para que la inversión hecha sobre la base de una energía más barata se convirtiera en chatarra. Entre 1986 y 1988, y nuevamente entre 1998 y 1999, la caída del precio del petróleo de los países miembros de la OPEP paralizó la industria petrolera estadounidense.
Las regiones petroleras estadounidenses requieren un determinado nivel de precios para que la explotación de su subsuelo sea rentable. De acuerdo con los técnicos del sector ese nivel está entre los 50 dólares y los 80 dólares por barril de crudo para que el retorno justifique la inversión. Los analistas consideran que de momento los países productores no están en condiciones de bajar drásticamente sus precios de los niveles actuales. Uno de los países que tiene la llave para provocar un movimiento real de los precios hacia abajo es Arabia Saudí. Sin embargo, la crisis social en el medio oriente, los compromisos presupuestarios de la región para sofocar la presión de la sociedad desde la primavera árabe, hace que la elasticidad hacia abajo de los precios en los países productores del medio oriente esté muy limitada.
De acuerdo con esas fuentes Arabia Saudí necesita un precio por barril de entre 70 y 82 dólares para poder sostener sus compromisos. A ese nivel de precios las reservas no convencionales estadounidenses son rentables. Con este telón de fondo no parece probable que las naciones miembro de la OPEP se involucren en una guerra de precios para minar la ventaja estadounidense. Europa tiene, de momento, un nuevo problema de competitividad que no es salarial, ni técnico sino energético.