Gazprom y su mayor debilidad.
breakingviews.com - 31/08/2012 -
La decisión de Gazprom de paralizar el proyecto emblemático de gas sobre el hielo del Ártico representa la menguante influencia estratégica del gigante ruso. Los aspectos económicos del campo de Shtokman eran difíciles. Pero es uno de esos mega proyectos que Rusia necesita emprender si quiere mantener su influencia global en la energía. Con una mejor gestión, Gazprom podría haberlo llevado a cabo.
Liberar los 4 billones de metros cúbicos de gas era todo un reto. El campo está a 550 kilómetros de la costa rusa, en las gélidas y agitadas aguas del mar de Barents. Extraer el gas requería de caros pozos submarinos e infraestructuras de transporte, construidos y operados a un alto coste en un entorno hostil. Pero los retos técnicos podrían haber sido superados. Los cambios en la economía mundial, y la mala gestión en Gazprom, casi acaban con el proyecto.
El campo fue descubierto a finales de los 80, pero Gazprom no seleccionó a sus socios de desarrollo hasta 2007, mientras crecía la burbuja del petróleo de esquisto en EE UU. América, durante mucho tiempo un importador, va ahora camino de convertirse en un exportador neto de gas natural licuado, privando a Shtokman de un mercado clave. Los costes también son un problema. La Agencia Internacional de la Energía estima que los nuevos proyectos en Rusia cuestan hasta 60 dólares por cada millar de metros cúbicos, 15 veces más que en los campos tradicionales. Pero detrás de todo está la alarmante ineficacia de Gazprom. Los 9,7 millones de barriles de petróleo del año pasado equivalentes a la producción diaria fue un 4% inferior a los niveles de 2007 pese a un gasto de capital de 165.000 millones de dólares en los últimos cinco años. El productor ruso independiente Novatek espera gastar 30 veces menos que su gran rival este año, para impulsar su producción un 7% hasta 1,1 millones de barriles al día.
La ineficiencia de Gazprom solo puede reforzar a quienes piensan que es un mero vehículo para enriquecer a los compinches de Vladimir Putin.
Por Kevin Allison